martes, 8 de diciembre de 2009

Un cuento para esta Navidad

LA NOCHE DE NAVIDAD
1. El amigo
Érase una vez una casa pintada de amarillo con un jardín alrededor. En el jardín había castaños, abedules, un cedro muy antiguo, un cerezo y dos plataneros. Era precisamente debajo del cedro donde Pilarita jugaba. Con musgo, hierbas y palos hacía muchas casitas pequeñas y las apoyaba en el viejo tronco oscuro. Después imaginaba a los enanitos, que si existiesen, podrían vivir en aquellas casas. Y hacía una casa más grande y más complicada para el rey de los enanos.
Pilarita no tenía hermanos y jugaba sola. De vez en cuando venían a jugar los dos primos que ella tenía u otros niños. Y, a veces, ella iba a alguna fiesta. Pero esos niños que venían a su casa o a las que ella iba invitada no eran realmente sus amigos: eran visitas. Se intercambiaban las casas de musgo y se aburrían muchísimo en su jardín.
Y Pilarita estaba triste porque no sabía jugar con los otros niños. Sólo sabía estar sola.
Pero un día encontró un amigo. Fue una mañana de octubre.
Pilarita estaba subida al muro de su casa. Y pasó por la calle un niño. Estaba vestido con ropa vieja y remendada y sus ojos brillaban como dos estrellas. Caminaba despacio por la acera sonriendo a las hojas del otoño. El corazón de Pilarita dió un salto en la garganta.
- ¡Ah!- dijo ella.
Y pensó:
"Parece un amigo. Es exactamente igual que a un amigo."
Y desde lo alto del muro lo llamó:
-Buenos días. ¡Hola!
El chiquillo miró para arriba, sonrió y respondió:
-¡Hola!.
Se quedaron los dos un momento callados. Después Pilarita le preguntó:
- ¿Cómo te llamas?
-Manuel- respondió el chico.
- Yo me llamo Pilarita.
Y de nuevo entre los dos se hizo un silencio. Se oyó a lo lejos tocar la campana de una Iglesia.
Hasta que el chiquillo dijo:
-Tu jardín es muy bonito.
-Es verdad, ven a verlo.
Pilarita bajó del muro y fue a abrir el portón.
Y fueron los dos por el jardín. El chico miraba una por una cada cosa. Pilarita le enseñó el estanque de peces naranjas, le enséñó el palomar, los naranjos y la huerta. Y llamó a los perros para que el los conociese. Le enseñó la casa de madera donde dormía un gato. Y le mostró también todos los árboles, los campos y las flores.
-Es lindo, muy lindo- decía el niño seriamente.
- Aquí- dijo Pilarita- está el cedro. Es aquí donde yo juego.
Y se sentaron bajo la sombra redonda del cedro.
La luz de la mañana rodeba el jardín: todo estaba lleno de paz y de frescura. De vez en cuando de lo alto de uno de los árboles caía una hoja amarilla que daba vueltas en el aire.
Pilarita fue a buscar piedras, palos y musgo y comenzaron los dos a construir la casa del rey de los enanitos.
Jugaron así durante mucho rato. Hasta que a lo lejos se oyó la sirena de una fábrica.
-Son las doce- dijo Manuel- me tengo que ir.
- ¿Dónde vives?
-Más allá del pinar.
-¿Está allí tu casa?
-Si, pero no es una casa.
-Y ¿entonces?
-Mi papá está en el cielo. Por eso somos muy pobres. Mi mamá trabaja todo el día pero no tenemos dinero para tener una casa.
-¿Y de noche donde duermes?
-El dueño del pinar tiene una cabaña donde por la noche duermen una vaca y un burro. Y como limosna nos da permiso para dormir allí también.
-¿Y donde juegas?
-Juego en cualquier parte. Antes vivíamos en el centro de la ciudad y jugaba en la calle. Jugaba con latas vacías, con perodicos viejos, con trapos y con piedras. Ahora juego en el pinar y en la carretera. Juego con las hierbas, con los animales y con las flores. Se puede jugar en cualquier parte.
-Pues yo no puedo salir de este jardín. Vuelve mañana para jugar conmigo.
Y de ahí en adelante el chiquillo todas las mañanas pasaba por la calle. Pilarita lo esperaba subida encima del muro.
Le abría la puerta e iban los dos a sentarse bajo la sombra redonda del cedro. Y así fue como Pilarita encontró un amigo.
Era un amigo maravilloso. Las flores volvían a sus corolas cuando el pasaba, la luz era más brilante a su alrededor y los pájaros venían a comer a las palmas de sus manos las migas de pan que Pilarita iba a buscar a la cocina.
CONTINUARÁ...

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